martes, 20 de noviembre de 2007

Sólo Roger.


No lo vi jugar a Rod Laver, aquel mítico australiano que se cansó de ganar todo cuando el tenis pasaba del amateurismo a la era profesional.

Vi a muchos otros.

Grandes. Gigantes.

Borg, Vilas, Connors, Nastase, Lendl, McEnroe, Agassi, Sampras...

Roger Federer es el más grande.

Verlo jugar es un placer.

Hace todo fácil.
Y con un sentido estético que respeta los mejores movimientos del deporte.

El tenis es simple, dice con su Wilson.

Sus números apabullan.

No falta a ninguna final importante.

Y juega siempre a ganar.

No es de los jugadores que pasan la pelota al otro lado (con mejores o peores golpes) buscando el error del otro.

Le falta Roland Garros pero nadie duda sobre su destino de campeón también en el polvo de ladrillo de París.

No transpira.

No protesta.

Disfruta.

Y gana.

Agadezcamos siempre la posibilidad de haber vivido la misma era de Maradona, Jordan, Tiger Woods y Federer.

Porque tenemos mucho para contarle a nuestros nietos.

Buendía.

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